No es lo que la mayoría de ustedes supone, debido a la manera en la han visto presentada innumerable cantidad de veces en espectáculos y shows. Allí se la muestra habitualmente como un estado de inconsciencia y sumisión, donde una persona es forzada a hacer cosas ridículas en contra de su voluntad y donde puede también ser obligada a confesar lo inconfesable, sean cuales fueren las consecuencias.
Esto último, obviamente, no funciona de esa manera. De lo contrario todas las policías del mundo emplearían a hipnotizadores que hipnotizarían a los sospechosos. Y si el sospechoso dijera en trance: “yo no fui” lo dejarían irse y no lo molestarían más. Eso no sucede en ningún Departamento de Policía del mundo, y esto debería ser suficiente como para hacerles sospechar que las cosas no suceden así.
Lo que aparece en los espectáculos públicos es, precisamente eso: un espectáculo, un show, que está montado a partir de algunos fenómenos hipnóticos que sólo pueden ser provocados en una pequeña cantidad de personas: apenas en un diez o un quince por ciento. Ese porcentaje de la población es muy sugestionable y puede ser colocado por métodos bruscos e instantáneos en estados de trance tan profundos que posibilitan las alucinaciones. Les aclaro que la experiencia no es inocua porque generalmente los sujetos son despertados en forma brusca provocando la hilaridad de los asistentes que aplauden aumentando su confusión y provocando una amnesia protectora semejante a la que sobreviene luego de un golpe en la cabeza. Un diez o un quince por ciento no es poca cantidad: en un teatro con cien personas, son casi quince asistentes y con eso sobra para hacer un espectáculo. Los hipnotizadores de tablado son muy buenos hipnotizadores, y una de sus principales habilidades es la de reconocer entre el público a las personas más susceptibles. Por esa razón las funciones generalmente arrancan con un ejercicio de sugestión como el de no poder despegar las manos colocadas por sobre la cabeza: el comportamiento individual es registrado y recordado por el artista. Además, muchas veces, hay asistentes mezclados con el público que ya han sido hipnotizados previamente y que responden rápidamente a indicaciones del hipnotizador y que sirven para “contagiar” con su reacción a los espectadores sensibles. Esta es única referencia que voy a hacer sobre este tema , y me voy a conformar con decirles que esos trances espectaculares y tramposos no tienen nada que ver con la hipnosis con la que vamos a trabajar, y que aprenderemos acá.
La hipnosis más que un estado de inconsciencia es una estado de “ hiperconsciencia”, de consciencia expandida y localizada. De la misma manera que cuando ustedes toman una lente, una lupa, y concentran los rayos del sol en un punto pueden hacer arder un papel, la mente que se desentiende del cuerpo y se disocia, concentra sus recursos en el punto adonde lo va guiando la voz del terapeuta, sin perder contacto con la realidad. Al contrario, la capacidad de cualquiera de los sentido se multiplica, pero la atención dirige los recursos en la dirección apuntada por el terapeuta.
Podemos decir también que “La hipnosis es un estado de trance y disociación”.
¿Qué es “disociación?
Nosotros estamos disociados cuando estamos conduciendo el automóvil, el “carro”, muy preocupados por algo, y de pronto miramos asombrados a los lados y nos preguntamos “¿Cómo llegué hasta aquí? ”. Hasta ese momento he estado manejando disociados: una parte de nuestra cabeza estaba concentrada en el problema que nos preocupaba, y la otra estaba conduciendo. Y seguramente ese día no cometimos ninguna infracción, ni nos perdimos, porque nuestro inconsciente es bastante cuidadoso.
También estamos disociados cuando estamos en un cine viendo una película y comenzamos a llorar porque la protagonista se muere.
Una parte de nuestra mente sabe que estamos sentados en la butaca de un cine, que hemos pagado una entrada, que allí adelante no hay gente sino sólo una proyección de luces y sombras, y que además no se está muriendo nadie: que son actores y actrices interpretando, pero de igual manera, la mente está metida dentro de la historia y llora porque la protagonista se muere.
Entonces, estamos disociados cada vez que una parte de nuestra mente se ocupa de una cosa y otra parte se ocupa de otra.
Al inducir la hipnosis nosotros estamos creando un estado de disociación. Pero ¿Qué disociamos de qué? Estamos disociando a la mente del cuerpo. Colocamos al cuerpo en un estado de relajación profunda, tranquila, serena y lo dejamos en “automático”. O sea, le permitimos a la mente desentenderse del cuerpo. Y entonces la mente gana recursos que son los que vamos a usar en los procesos terapéuticos.
Aquellos que juegan jueguitos en las computadoras saben que, muchas veces, cuando el juego requiere gran cantidad de recursos, mucha memoria, es posible apagar casi todos los programas que están funcionando en ese momento, manteniendo solamente los mínimos para que la computadora no se detenga. Se ganan de esa manera muchos recursos, mucha memoria “RAM” que finalmente es utilizada para el desarrollo del juego. El proceso de disociar la mente del cuerpo y despejarla de tareas para permitirle concentrarse en el foco de atención sugerido por el terapeuta se parece bastante.
Una de las cosas que a veces presenta mayor dificultad es convencer al paciente que ha estado en hipnosis. Ellos vienen esperando dormirse y que al despertarse les cuenten qué ha pasado. Están esperando tener una regresión al estilo Hollywood, con humito en el suelo, etc., y entonces se sienten bastante decepcionados. Y a veces un paciente que ha estado una hora, una hora y media completamente quieto, sin mover una pestaña, y con otra signos que ustedes aprenderán a reconocer como de hipnosis profunda, como es el aplanamiento del rostro por la pérdida de tono de los músculos faciales, a veces, decía, abre los ojos y dice: “No sé si estuve en hipnosis porque estuve despierto todo el tiempo”.
Brian Weiss dice por eso, en su libro “A través del tiempo”. “La mayoría tiene un concepto equivocado de la hipnosis a causa de la manera en que la han representado la televisión, las películas y los espectáculos teatrales. Estar hipnotizado no es estar dormido. La conciencia sabe siempre lo que uno experimenta mientras está hipnotizado (...) La hipnosis no es un suero de la verdad. Durante la hipnosis tu mente está siempre despierta y observando. Es por eso que al estar profundamente hipnotizados y envueltos activamente en una secuencia de recuerdos de infancia o de una vida anterior, podemos responder a las preguntas del terapeuta, hablar en el idioma que utilizamos habitualmente, conocer los sitios geográficos que vemos y hasta conocer el año, que suele aparecer ante la vista interior o presentarse en la mente, sin más (..) Su mente actual está despierta, observando y haciendo comentarios. Siempre puede comparar detalles y hechos con los de su vida actual. Es el observador de su película, su crítico y habitualmente también su estrella”.
De "Hipnosis y Regresiones a Vidas Pasadas", Armando M. Sharovsky, Ed. Dunken, Buenos Aires.
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